Viure comparant-se

Ens mirem el melic contínuament a l’hora que ens volem vendre com l’avançada d’Espanya, la locomotora econòmica, el súmmum de l’emprenedoria, el “colmo” de la innovació. Però tot això no ho podem posar a l’agenda sense comparar-nos. No amb nosaltres. Sinó amb ells. Ells com si fos un contrari, un rival, un enemic. Una mena de serp verinosa que ens impedeix d’expressar-nos. Som la pera. Però no podem ser llimonera perquè ens posen obstacles a tot arreu. Algun estudi diu que els catalans estem perplexos. La perplexitat és la meva esperança. Perplexitat i crisi econòmica seran els elements, conjuntament amb l’autogovern, les palanques del canvi d’actitud i de pensament que han de permetre, per fi, que ens mirem a nosaltres mateixos, els objectius que volem aconseguir i els reptes de futur que afrontem, comparant-nos amb nosaltres mateixos. Les comparacions són odioses, sí. Insuportables si el què tenim davant és un mirall en el qual mirar-nos. De moment; el nou model de finançament ens resta excuses per no voler mirar-nos al mirall. I ara, doncs, què fem? Jo ho tinc clar; mirar-me a mi, i aprendre dels altres. Estiguin al sud, al nord, i sí. De l’oest també se n’aprèn. I molt.

diumenge, 14 de març del 2010

"La hora del consenso" Ferran Mascarell

Article publicat al diari La Vanguardia el dia 11 de març de 2010

El Cercle d´Economia preguntará a todos los partidos políticos cómo se proponen afrontar los temas que nos atenazan: España, reformas estructurales, déficit fiscal, Estado de bienestar, diversidad, política y administración pública. No sé si los dirigentes se referirán a la metamorfosis sistémica que atravesamos y - si es así-qué principios constituyentes, ideas de largo recorrido y futuro preconizarán.

Obviamente, cada dirigente defenderá su parcela; nadie expresará dudas; nadie admitirá que su preocupación son las próximas elecciones. Tratarán de parecer distintos. Se basarán en el disenso. No buscarán acuerdos ni apuestas a largo plazo, ni considerarán la posibilidad de actuar juntos. Predicarán consenso, pero harán poco para conseguirlo. Los neoconservadores explotarán su autoritaria modalidad de anticonsenso: sólo es aceptable su propuesta.

El consenso es decisivo en una situación geopolítica como la catalana. Su soberanía está repartida entre instituciones autonómicas, españolas y europeas. Las herramientas del gobierno autonómico son escasas. Las demás instituciones no presentan soluciones convincentes. Ningún gobierno parece saber cómo crear empleo y mantener los niveles de bienestar. Todo indica que sin una estrategia de largo recorrido y un amplio acuerdo social no hay salida. La sociedad civil sabe que las recetas pasan por el consenso; pero no sabe cómo fabricarlo. Su principal herramienta - la política- está privatizada por quienes viven de ella y la han convertido en sinónimo de disenso.

Consenso para modernizar lo que ha envejecido, para poner en primer plano el genio emprendedor y participativo de la gente, para revalorizar el pensamiento libre, para recuperar el sentido estratégico de las decisiones, para aprender a pensar el futuro. Consenso para reiniciar una nación capaz de ubicarse en un planeta que ha convertido su globalidad en la nueva unidad de medida. La unidad de referencia ya no es la nación, sino el mundo. El futuro de una nación pequeña sólo puede ser pensado si es capaz de ser una nación abierta al mundo. La unidad mundo exige un pacto que permita construir un Estado eficiente. La España de hoy no lo es. La relación de Catalunya con España es una cuestión de sentimientos y de intereses.

Las procedencias se han universalizado y los vínculos de pertenencia se han debilitado. En cada barrio está el mundo entero. Sólo un renovado consenso político y social permitirá establecer nuevas reglas que garanticen la convivencia y reinstauren el respeto entre los ciudadanos sea cual sea su nacionalidad, cultura o etnia. Consenso para volver a dar valor al sentido de comunidad. Los individuos sólo prosperamos en comunidades fuertes donde los unos apoyan a los otros. Consenso para elegir el mejor camino para mantener nuestro bienestar, para refundar una economía sostenible y próspera, para priorizar la inversión en infraestructuras, educación, universidades, cultura, investigación y salud; para aprovechar la revolución tecnológica, para reformar el mercado laboral y la seguridad social, para hacer un país competitivo, para hacer más eficientes los gobiernos.

Consenso para defender el Estatuto que ratificaron los catalanes. Para construir un nuevo catalanismo que evite la previsible batalla fratricida entre independentistas y federalistas. Ambos tienen un largo camino conjunto por recorrer. Consenso para definir una vía catalana para España.

La España autonómica está a punto de fracasar. Nadie ganará. Catalunya sólo se autogobernará plenamente en una España democrática y avanzada. Pacto para componer un proyecto catalán para España.

Consenso para recuperar la política, herramienta imprescindible para la comunidad. Los ciudadanos rechazamos el gremialismo de los partidos, pero no la política. Queremos líderes nacionales antes que líderes de partido. Queremos participación cívica, políticas públicas eficientes, pactadas, que den oportunidades y estén pensadas para agrandar el bienestar. Políticas que se fundamenten en una ciudadanía comprometida y responsable de su libertad. Queremos una política construida sobre ideales, capaz de mirar al futuro, basada en el consenso. Queremos que nos gobierne quien mejor sepa sintetizarlo. La sociedad votará a quienes mejor razonen qué pactos van a buscar y a quienes ofrezcan mayor credibilidad sobre sus convicciones de ruptura con los sistemas partidistas vigentes. Nuestro futuro exige abandonar las etiquetas generales y fabricar llaves más artesanas basadas en el consenso y la renovación de los viejos idearios. Los resultados electorales dirán qué concentración gubernamental será posible; pero sin duda impondrán una amplia concertación social. Catalunya necesita recomponer su pactismo y establecer un consenso general que oriente la redefinición del proyecto de país. Catalunya exige hoy - es decir, después de las elecciones- unos pactos generales para afrontar el futuro; rigurosos, pensados para el medio plazo, rompedores de las viejas ensoñaciones y corsés ideológicos que nos atenazan. Las épocas de metamorfosis exigen ideas y consenso. Sólo pensando y pactando recuperaremos la confianza, la complicidad y la esperanza en el futuro.

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